Una vida abierta a los hermanos, de rodillas ante Dios y con el corazón encendido de amor a Cristo
Cada mes de septiembre, la Iglesia recuerda con gratitud y alegría la memoria de uno de los santos más queridos de la modernidad: San Pío de Pietrelcina, conocido familiarmente como el Padre Pío. Su figura, marcada por la radicalidad evangélica, la entrega pastoral y un ardor místico inconfundible, sigue siendo hoy un faro luminoso que ayuda a los fieles a redescubrir la belleza de la fe vivida en lo concreto. En un mundo fragmentado, marcado por el ruido y la superficialidad, necesitamos volver la mirada hacia referentes auténticos que nos muestren que la santidad no es un ideal lejano, sino un camino posible, cotidiano y fecundo. El Padre Pío, con su vida, ministerio y escritos, se nos presenta como un maestro de oración y de entrega, un verdadero apóstol de los confesionarios y un testigo de la misericordia inagotable de Dios.

Francesco Forgione nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, Italia, en el seno de una familia sencilla y profundamente creyente. Desde joven mostró una especial sensibilidad espiritual y un fuerte deseo de consagrarse enteramente al Señor. Ingresó en la orden de los Capuchinos, tomando el nombre de Pío en honor a San Pío V. Fue ordenado sacerdote en 1910 y, desde los primeros años de su ministerio, se destacó por su celo apostólico y su intensa vida de oración.
Una de las características más llamativas de su vida fue la experiencia de los estigmas, que lo configuraron profundamente con Cristo crucificado y le permitieron vivir en carne propia la pasión redentora del Señor. Sin embargo, lo que lo hizo aún más grande a los ojos del pueblo de Dios fue su humildad y su entrega diaria: largas jornadas en el confesionario, dirección espiritual a miles de fieles, misas celebradas con devoción intensa y una cercanía pastoral que tocaba corazones.
Su gran legado espiritual
El Padre Pío no solo fue un místico, sino también un apóstol de la vida cotidiana, un testigo de la santidad que se vive en la obediencia, en el servicio, en la caridad concreta y en la oración constante. Entre sus grandes aportes se destaca el uso de un medio de comunicación muy sencillo, pero sumamente eficaz en su tiempo: las cartas. A través de ellas acompañó a cientos de personas, orientándolas en su camino espiritual, alentándolas en la prueba y enseñándoles a permanecer firmes en la fe. Sus escritos, cargados de fuego interior, constituyen hoy un verdadero legado espiritual que sigue iluminando a la Iglesia.

San Pío hoy
¿Qué puede decirnos San Pío a los creyentes del siglo XXI? Su vida es un llamado a la coherencia evangélica en medio de un mundo en crisis; es una invitación a la oración fiel, al acompañamiento fraterno y a la confianza radical en la misericordia de Dios. En tiempos en que se habla mucho pero se ora poco, el Padre Pío nos recuerda que la fuerza del cristiano está en ponerse de rodillas, en el silencio fecundo del encuentro con Cristo.
Además, su figura interpela particularmente a los pastores y agentes de pastoral: ¿cuánto de nuestro tiempo y corazón entregamos a las almas que nos son confiadas? ¿De qué modo acompañamos a quienes buscan orientación y consuelo? San Pío se convirtió en padre de muchos porque supo gastar su vida hasta el extremo en el servicio a sus hermanos.
Su propuesta pastoral
Para vivir su mensaje hoy, contamos con una obra muy valiosa: San Pío de Pietrelcina. Cartas, espiritualidad y consejos. Este texto recoge 150 cartas suyas, especialmente de sus primeros años de vida religiosa, y las presenta como un recurso práctico para todo cristiano. Lo interesante es que no se trata solo de leerlas, sino de rezarlas y aplicarlas: cada sección incluye iluminación bíblica, preguntas de interiorización y un espacio para escribir compromisos concretos, como un verdadero diario espiritual. Es un camino accesible y profundo para que la experiencia de fe no se quede en ideas, sino que transforme la vida cotidiana.
Sus cartas son como brasas vivas que encienden el corazón del creyente. En ellas, el Padre Pío nos regala consejos sencillos y profundos, que atraviesan el tiempo y siguen iluminando nuestro caminar de fe:
- “No penséis jamás, mis queridísimos hijos, que la distancia del lugar separe las almas que Dios ha unido…”
- “En la vida espiritual hay que caminar con gran confianza”.
- “Ora, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Nuestro Señor misericordioso escuchará tu oración”.
Este tesoro epistolar es recogido en la obra: San Pío de Pietrelcina. Cartas, espiritualidad y consejos.
San Pío de Pietrelcina sigue siendo un testigo profético de Cristo para nuestro tiempo. Su vida consagrada, su amor apasionado por las almas, su radicalidad en el ministerio sacerdotal y su capacidad de comunicar la fe a través de la Palabra escrita lo convierten en un referente luminoso. Que al recordarlo este septiembre no solo lo veneremos, sino que nos dejemos interpelar por su ejemplo. ¡Que, como él, aprendamos a vivir de rodillas ante el Señor, con los brazos abiertos a los hermanos y con el corazón encendido en el amor de Cristo!
Consagración personal a Dios por intercesión del padre Pío
Padre de bondad y misericordia, fuente inagotable de vida y felicidad, te pido, por intercesión del padre Pío, me concedas ser semejante a él: sencillo y humilde, como las florecillas del campo, libre y alegre, como los pájaros del cielo; pobre y laborioso, como su padre san Francisco.
Porque confío en tu amor y en tu gracia hoy te ofrezco libremente cuanto soy y cuanto tengo: deposito mi pasado en tu misericordia, encomiendo mi futuro a tu providencia y me quedo tranquilo como un niño pequeño en brazos de su madre cariñosa, tratando de vivir un día a la vez.
Te entrego mi memoria, mi inteligencia y mi voluntad. Te consagro mis fuerzas y mis límites: tómame como soy y haz de mí como hiciste de Pío de Pietrelcina, un buen cristiano y un honrado ciudadano que te alabe sirviendo a mis hermanos. Amén.