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Entusiásmate con la Evangelización

Entusiásmate con la Evangelización

Paulinas Colombia |

Octubre: mes de las misiones

Octubre es para la Iglesia un tiempo de gracia en el que se renueva el ardor de la misión. En cada rincón del mundo resuenan las palabras de Jesús: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt 28,19). Este mes, conocido como el mes de las misiones, nos invita a orar por los misioneros, a agradecer por el testimonio de tantos hombres y mujeres que entregan su vida al anuncio del Evangelio, y, sobre todo, a redescubrir que cada uno de nosotros —como bautizados— estamos llamados a ser discípulos misioneros.

La misión no es un encargo reservado a unos pocos; es la identidad misma de la Iglesia. El Papa Francisco lo recordó en innumerables ocasiones con mayor intensidad: “La Iglesia existe para evangelizar”. Allí radica la razón de ser de nuestras comunidades, parroquias y familias.

En este contexto, el libro “Entusiásmate con la Evangelización” se presenta como una brújula para este tiempo. Su propuesta es clara y desafiante: vivir la misión desde la alegría, la esperanza y el compromiso concreto con la paz, la justicia y la reconciliación. El autor nos invita a abrir los ojos ante el dolor del mundo y a dejarnos interpelar por el Espíritu que nos envía como artesanos de fraternidad.

En Paulinas, queremos promover la lectura del libro como una herramienta concreta para renovar nuestro compromiso misionero en este mes de octubre, y ayudarnos a descubrir que evangelizar hoy significa también trabajar por la dignidad humana, la solidaridad y la paz.

La misión: corazón de la Iglesia

La misión no es una actividad opcional. Es el latido del corazón de la Iglesia. Desde los primeros discípulos hasta nuestros días, el cristiano es, por definición, un testigo. El Evangelio de Mateo nos recuerda la última voluntad del Señor resucitado: “Vayan, y hagan discípulos a todos los pueblos… y yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20).

La misión es un mandato universal que atraviesa los siglos. En los Hechos de los Apóstoles encontramos la promesa que sustenta este envío: “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8). No se trata de un esfuerzo humano, sino de un don del Espíritu que capacita a la Iglesia para salir sin miedo y con alegría.

San Pablo, el apóstol incansable, comprendió con radicalidad este llamado: “¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!” (1 Co 9,16). Para él, evangelizar era la respuesta agradecida al amor de Cristo que lo había transformado. No predicaba ideas ni teorías, sino la experiencia viva de un encuentro personal con el Resucitado.

El Beato Santiago Alberione, fundador de la Familia Paulina, asumió este mismo espíritu y lo expresó con una frase que hoy resuena con fuerza: “Hacer la caridad de la Verdad”. Evangelizar es un acto de amor, porque es compartir con los demás el tesoro más grande que hemos recibido: Jesucristo mismo, Camino, Verdad y Vida. Por eso, hablar de misión es hablar del ADN de la Iglesia. Y cada cristiano, al ser injertado en Cristo por el bautismo, se convierte en un enviado.

El bautizado, misionero por naturaleza

Muchas veces pensamos que los misioneros son solo aquellos que parten a tierras lejanas, que cruzan mares y fronteras. Sin embargo, el Concilio Vaticano II nos recuerda que todo bautizado es misionero por naturaleza, porque en el sacramento hemos recibido el don del Espíritu que nos impulsa a ser testigos de Cristo en medio del mundo.

Esto significa que la misión comienza en lo cotidiano: en la familia, en el trabajo, en la escuela, en la comunidad parroquial. La madre que transmite la fe a sus hijos, el joven que se atreve a vivir con coherencia el Evangelio en la universidad, el trabajador que obra con justicia y solidaridad… todos ellos son misioneros en sus ambientes.

La misión no se reduce a “hacer cosas” sino a ser presencia de Cristo en medio de los hermanos. Y esto se logra cuando nuestra vida refleja la alegría de quien ha sido alcanzado por el amor de Dios.

El Papa Francisco insistía en la idea de la Iglesia en salida: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (Evangelii Gaudium, 49). Evangelizar implica movimiento, riesgo, valentía.

El libro Entusiásmate con la Evangelización recoge este espíritu, recordándonos que la misión no es tarea de algunos especialistas, sino la vocación de todos. Cada bautizado está llamado a entusiasmarse con el anuncio, a descubrir que ser cristiano es ser enviado en nombre del Espíritu.

El desafío de la evangelización hoy

Evangelizar hoy presenta desafíos particulares. Vivimos en un mundo marcado por la secularización, la indiferencia religiosa y, en muchos lugares, por el dolor de los conflictos armados, la injusticia social y la violencia. Frente a este panorama, la misión no puede ser un discurso vacío; necesita ser testimonio encarnado.

El hambre de paz, de sentido y de reconciliación que atraviesa nuestras sociedades clama por una Iglesia que anuncie el Evangelio con gestos concretos de amor. El misionero del siglo XXI debe ser sensible al clamor de los pobres, de los migrantes, de los descartados; debe denunciar la injusticia y, al mismo tiempo, sembrar esperanza.

En el continente digital, además, se abre un nuevo campo misionero. Las redes sociales, los medios de comunicación y los entornos virtuales son “nuevas fronteras” que exigen creatividad y audacia. Evangelizar en la cultura digital significa aprender a comunicar a Cristo con un lenguaje cercano, auténtico y capaz de tocar corazones.

Por eso, hoy más que nunca, necesitamos recuperar el entusiasmo de la misión. No se trata de imponer, sino de proponer; no de condenar, sino de acompañar; no de buscar adeptos, sino de anunciar el amor gratuito de Dios.

Aportes del libro Entusiásmate con la Evangelización

El autor del libro nos ofrece una mirada profundamente actual y necesaria sobre la evangelización. Sus páginas nos desafían a comprender que anunciar el Evangelio en nuestro contexto implica también comprometerse con la construcción de una sociedad más justa, solidaria y fraterna.

El libro insiste en la importancia de preparar a la Iglesia y a la sociedad para vivir en un escenario de postconflicto. Evangelizar, en este sentido, significa sembrar semillas de reconciliación, trabajar por la sanación de las heridas y educar en la cultura de la paz. No se puede anunciar a Cristo de espaldas al sufrimiento humano. El evangelizador debe tener un corazón compasivo, capaz de conmoverse y de actuar frente al dolor del hermano.

El anuncio del Evangelio es inseparable de la defensa de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural. Pero este respeto no se queda en palabras: se traduce en gestos de solidaridad concreta con los más vulnerables. El libro nos recuerda que evangelizar es también luchar contra las estructuras de pecado que generan desigualdad y violencia. La misión cristiana implica trabajar por sociedades más equitativas, donde reine la justicia y la fraternidad.

Uno de los mayores retos es transformar nuestra manera de pensar. El evangelizador debe superar la indiferencia y el conformismo, para vivir con la valentía de quien cree que el Evangelio puede cambiar la historia. El anuncio cristiano exige firmeza ante la injusticia. No se trata de venganza, sino de verdad y justicia como caminos hacia la reconciliación auténtica. El autor subraya que la evangelización tiene un rostro profundamente dialogante. El misionero no impone, sino que abre caminos de encuentro, escucha y reconciliación. En síntesis, el libro muestra que evangelizar hoy no es solo predicar en un templo, sino construir una cultura de paz en todos los niveles de la sociedad.

Evangelizar es construir paz

La paz verdadera no es ausencia de conflictos, sino fruto de la justicia, de la verdad y del amor. Por eso, evangelizar es también comprometerse en la construcción de una paz que nace del corazón reconciliado con Dios y con los hermanos. Todos los cristianos estamos llamados a ser artesanos de paz. Y la paz se construye con pequeños gestos: perdonar, escuchar, compartir, tender puentes. En este sentido, el evangelizador es también un sembrador de reconciliación, alguien que con su vida dice: “Cristo es nuestra paz” (Ef 2,14).

El libro Entusiásmate con la Evangelización nos invita a reconocer esta dimensión pacificadora de la misión. Evangelizar es encender luces en medio de las tinieblas de la violencia y anunciar con la vida que el amor de Dios es más fuerte que el odio y la división.  

Queridos hermanos y hermanas: octubre es el tiempo propicio para redescubrir nuestra identidad misionera. No podemos quedarnos quietos. El Espíritu Santo nos impulsa a salir, a hablar, a testimoniar, a construir. La misión comienza hoy, en la vida cotidiana, con gestos de amor que iluminan a quienes tenemos al lado.

Oremos por todos los misioneros y misioneras que entregan su vida en los lugares más difíciles del mundo. Demos gracias por las semillas de fe que otros sembraron en nosotros. Y, sobre todo, respondamos con generosidad al llamado de Cristo que sigue diciendo: “Como el Padre me envió, así también los envío yo” (Jn 20,21).

En este camino, el libro “Entusiásmate con la Evangelización” es una invitación concreta y actual. Sus páginas nos retan a salir de la indiferencia, a sensibilizarnos con el dolor humano y a trabajar por una sociedad reconciliada. Es una obra que puede ayudarnos a vivir con mayor compromiso nuestro ser de discípulos misioneros, convencidos de que evangelizar es también construir paz, justicia y fraternidad.

Que este mes misionero sea para todos nosotros un tiempo de renovación espiritual, de entusiasmo por el Evangelio y de compromiso real con la misión que hemos recibido.

¡Entusiásmate con la evangelización y deja que el Espíritu encienda tu corazón misionero!

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