Un don que transforma la vida
Hay regalos que Dios siembra en la historia con una delicadeza casi escondida, como perlas enterradas a la espera de un corazón que quiera encontrarlas. Entre esos dones silenciosos está la Palabra de Dios, siempre viva, siempre nueva, siempre capaz de renovar el mundo desde dentro. Cuando la Escritura se convierte en la primera voz que escuchamos cada mañana y en la luz que acompaña nuestra jornada, la fe adquiere un ritmo distinto: más profundo, más humano, más divino.
En un tiempo marcado por la prisa, la fragmentación interior y la falta de sentido, la Palabra se vuelve brújula, faro y norte. No es un lujo espiritual: es una necesidad del alma. Quien acude diariamente a la Escritura descubre que Dios no habla solo en grandes acontecimientos, sino también en lo cotidiano, en el silencio, en los desiertos y en las cosas más simples.
La liturgia diaria: el altar donde Dios nos espera
La Iglesia, madre sabia y maestra de fe, nos regala un banquete espiritual cada día: la Palabra proclamada, el ritmo del tiempo litúrgico, la memoria de los santos, los colores que expresan los misterios, y las oraciones que millones elevan en un mismo espíritu. El corazón creyente encuentra allí un hogar.
San Jerónimo lo afirmó con una claridad que sigue atravesando los siglos: “Desconocer la Escritura es desconocer a Cristo”.
El cristiano que se acerca cada día a la liturgia descubre que los textos sagrados no son letras antiguas, sino el rostro vivo del Señor que nos habla, nos forma y nos conduce. Cada día es una oportunidad para conocerlo un poco más, para aprender su estilo, para dejar que su voz modele nuestro interior.
Un tesoro para el camino: La Palabra de Dios para cada día
En medio de nuestra búsqueda de un encuentro real, concreto y cotidiano con Dios, nace nuestro Misal Popular bimensual: La Palabra de Dios para cada día, un verdadero tesoro espiritual para quienes desean caminar guiados por la Escritura. No es un simple folleto ni un manual devocional, es un compañero de ruta, una escuela del corazón, una herramienta pastoral que invita a hacer de la Palabra el alimento de cada jornada.
En sus páginas, la Palabra respira y toma forma; ilumina, corrige, consuela, purifica y anima. Ofrece:
- Las lecturas de cada día, para orar en comunión con toda la Iglesia.
- El color litúrgico, que orienta y profundiza la vivencia del tiempo espiritual.
- El santo del día, memoria viva de que la santidad es posible aquí y ahora.
- La Lectio Divina, presentada con sencillez y hondura, para entrar en verdadero diálogo con Dios.
Todo ello con claridad, belleza y cercanía, de modo que familias, jóvenes, docentes, consagrados, sacerdotes y comunidades encuentren un camino accesible para dejarse transformar por la gracia que brota de la Escritura.
Un instrumento para vivir en continua conversión
La Palabra tiene una fuerza misteriosa: desciende del oído al corazón, y del corazón transforma la vida. Así nos lo recordaba el Papa Francisco: “La Palabra tiene la capacidad de transformarnos desde dentro, iluminar nuestra vida y hacernos nuevos”.
Por eso, cuando cada día abrimos el Misal Popular, entramos en la escuela de Jesús Maestro, donde el Espíritu va moldeando nuestra existencia:
- La Palabra confronta, cuando es necesario revisar el rumbo.
- La Palabra alienta, cuando el cansancio pesa.
- La Palabra consuela, cuando la tristeza hiere.
- La Palabra sostiene, cuando la fe parece frágil.
- La Palabra impulsa, cuando Dios abre caminos nuevos.
Cada página es una llamada a la conversión lenta, fiel y perseverante, esa artesanía interior donde Dios trabaja la arcilla del corazón con paciencia infinita.
El alimento que une familias, comunidades y vocaciones
Cuando la Palabra entra en un hogar, algo sagrado sucede, el Espíritu encuentra un nido y siembra paz. Cuando una comunidad religiosa se reúne en torno a las lecturas del día, la unidad florece como un don siempre nuevo. Cuando un sacerdote ora con el Misal Popular, la predicación se vuelve fuego que ilumina a su comunidad. Cuando un joven busca a Dios con sinceridad, la Lectio Divina se transforma en un sendero luminoso que le revela que el Señor camina a su lado.
San Agustín describía la Escritura como “la carta de amor de Dios para su pueblo”, y esa carta, cuando llega cada día a nuestras manos, renueva familias, anima a los jóvenes, fortalece a los educadores, enciende a los consagrados y consuela a los enfermos. Es un alimento vivo, capaz de sostener la fe y abrir horizontes.

Que este año sea profundamente bíblico
Que cada amanecer nos encuentre sosteniendo el Misal con el corazón dispuesto, como quien abre una ventana para dejar pasar el aire nuevo del Evangelio. Que la Palabra proclamada purifique nuestra mirada y nos enseñe a vivir con la serenidad de quienes escuchan a Dios. Que la oración diaria nos vuelva dóciles al Espíritu y nos permita responder con mansedumbre, alegría y valentía a la misión que Él confía a cada uno.
Que este Misal Popular sea para nosotros lo que fue la Escritura para los santos: una lámpara para los pasos, un fuego para el corazón y una brújula para el camino.
Oración:
Jesús Verdad: Verbo revelador
Jesús Maestro divino, te doramos como verbo encarnado, enviado por el Padre para enseñar a los hombres las verdades que dan la vida. Tú eres la Verdad increada, el único Maestro; solo tú tienes palabras de vida eterna.
Te damos gracias por haber encendido en nosotros la luz de la razón y de la fe, y habernos llamado a la luz de la gloria. Nos adherimos con toda nuestra mente a ti y a la Iglesia; rechazamos cuanto la Iglesia rechaza. Maestro, muéstranos los tesoros de tu sabiduría, danos a conocer al Padre, haznos auténticos discípulos tuyos. Aumenta nuestra fe, para que lleguemos a contemplarte eternamente en el cielo.
Beato Santiago Alberione

